Conclusiones: lo que indican los indicadores de productividad de México
Los indicadores que hemos visto en esta lectura revelan que en sus diferentes métricas, la productividad en México ha venido reduciéndose en las últimas décadas, y que hoy la economía mexicana es menos productiva que hace 20 años. Especialmente de 2015 a la fecha se percibe esta pérdida en productividad, acompañada de un incremento en los costos unitarios de la mano de obra, lo que nos ha restado competitividad frente a otros países.
Tener una productividad decreciente implica que hemos incrementado más nuestros recursos que la producción, o lo que es lo mismo, que estamos de alguna forma aprovechando peor nuestros recursos. De las múltiples consideraciones que podrían hacerse para explicar este pobre desempeño, hay dos en las que me gustaría concentrarme.
Lo primero es referente al papel del capital y la inversión. El aumento en la cantidad de capital en la economía se logra mediante la inversión. Si estamos construyendo más fábricas, estamos aumentando nuestra capacidad de producir bienes y servicios, lo que se traducirá en más producción en el futuro. Sin embargo, la calidad de la inversión importa mucho, ya que no se capta en las cifras, pero sí se refleja en la producción y en la productividad. Si empleamos la misma cantidad de pesos en reparar una máquina que en construir una nueva mucho más eficiente, la inversión es la misma, pero el resultado no. De la misma forma, si invertimos en una fábrica para hacer faxes o en producir bienes o servicios que ya no son socialmente deseables (como una refinería, por ejemplo), entonces estamos invirtiendo mal y eso se verá reflejado en la productividad de la economía.
Lo segundo es que, al final del día, la productividad no solo refleja qué tan buenos o malos son nuestros factores, sino primordialmente qué tan buenos o malos somos para cooperar entre nosotros; es decir, qué tan bueno o malo es el funcionamiento de nuestra economía. Por ejemplo, si nuestro sistema de precios funciona correctamente para dar las señales adecuadas sobre lo que es valioso y lo que cuesta producir; si nuestro sistema financiero funciona correctamente para captar el ahorro y canalizarlo a los proyectos más productivos; si nuestro sistema judicial funciona adecuadamente para garantizar el Estado de Derecho y dar certidumbre a los acuerdos entre las personas; si nuestro marco fiscal provee los controles e incentivos correctos para la participación armoniosa de personas y empresas en la actividad económica formal; en fin, si nuestro marco institucional favorece la cooperación voluntaria de todos los actores productivos de la economía, entonces la productividad del país será elevada y se hará un uso eficiente de los recursos de la nación.
Por el contrario, si tenemos un mercado laboral rígido que no permite la fácil y rápida movilidad del trabajo hacia las actividades más productivas; si el Estado de Derecho no está garantizado y se percibe incertidumbre o peor aún, indefensión jurídica ante posibles abusos de diversos actores; si el sistema de precios está distorsionado y manda señales equivocadas a los inversionistas; si el marco fiscal favorece la informalidad y la evasión; en fin, si las instituciones son débiles y vulnerables, entonces es de esperarse una baja productividad en la economía.
El deterioro que muestran nuestros indicadores de productividad debería ser suficiente para ponernos a reflexionar sobre lo que no estamos haciendo bien, porque el desperdicio de recursos va más allá del presente inmediato, afectando a las generaciones futuras que se verán perjudicadas en sus niveles de ingreso y en sus posibilidades de generar prosperidad.
Para incrementar nuestra productividad de forma sustancial y sostenida, deberíamos enfocar nuestra atención en fortalecer las instituciones que funcionan, renovar aquellas que no funcionan y crear nuevas, que permitan un mejor funcionamiento de nuestros mercados y una mejor alineación de incentivos a los agentes económicos para promover una participación más armoniosa de todos los actores productivos.