El papel de la mujer
en el mercado laboral
en México

Edgar Vielma Orozco*

Matemático por la Universidad de Guadalajara (UDG) y maestro en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Es director general de Estadísticas Sociodemográficas en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Es responsable del Censo de Población y Vivienda y de la medición del empleo y la informalidad laboral; el ingreso y gasto de los hogares; las estadísticas de nacimiento y defunciones, entre otros temas sociodemográficos. También en el INEGI fue director general adjunto de Encuestas de Gobierno, Seguridad y Justicia y director de Modelos de Información Gubernamental, destacando su atención en la medición de los delitos que afecta tanto a hogares como a empresas; la calidad de los servicios públicos; la mejora regulatoria; la corrupción y la primera encuesta nacional a la población penitenciaria en México. En la administración pública federal fue director de Modelos y Estadísticas de Órganos de Vigilancia y Control (OVC) y subdirector de Evaluación de OVC en la Secretaría de la Función Pública (SFP). Ha sido asesor para la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y profesor en el Departamento de Matemáticas de la UDG.

* Hago un especial agradecimiento a Norma Luz Navarro Sandoval por su valioso apoyo y liderazgo en este proyecto, así como por sus múltiples contribuciones. También agradezco a Octavio Heredia Hernández, Selene Abril Montoya Alcalá, Ana Lilia Cambrón Muñoz, Mirla García Martínez e Isaak Pacheco Izquierdo por sus especiales observaciones y aportaciones.

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LECTURA

Introducción

La incorporación de la perspectiva de género en la producción de estadística responde a la necesidad de visibilizar a las mujeres para que se disponga de los datos necesarios para diseñar y evaluar políticas públicas encaminadas a construir una sociedad justa. Además, se busca que se recompense tanto el esfuerzo como el buen desempeño, independientemente de las características sociológicas y culturales de una persona, es decir, su sexo, edad, etnia, color de piel, entre otras.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha sido pionero en la región y ha estado a la vanguardia mundial en el tema de la generación y promoción de las estadísticas de género. Su oferta estadística permite construir indicadores que dan cuenta de la complejidad del mercado de trabajo en el que se insertan las mujeres.

El objetivo de esta lectura es reforzar la importancia de la incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo para el desarrollo económico del país; describir de forma general -con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE)- la evolución de los principales indicadores que permiten caracterizar la situación de su participación económica; y -en el actual contexto de crisis por la pandemia- señalar cómo se ha afectado el empleo de las mujeres. Asimismo, con los resultados de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) y la Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado en Hogares, se desea mostrar datos del trabajo no remunerado de los hogares y el aporte de éste a la economía. Por último, con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) se busca evidenciar cómo la fecundidad y los cuidados de los menores, labores casi exclusivas por parte de las mujeres, les sigue impidiendo la adecuada inserción en el mercado laboral.

Finalmente, se plantean algunas reflexiones sobre factores que podrían promover el aumento de la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral de manera responsable, velando así por la salvaguarda de sus derechos.

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1. Participación de las mujeres en la fuerza de trabajo y crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB)

Si bien las mujeres de 15 años y más en el país representan el 51% de la población, según resultados del Censo de Población y Vivienda 2020, su presencia en la fuerza de trabajo está lejos de significar la proporción que tienen como grupo poblacional.

Pese a que el acceso de las mujeres al mercado laboral ha registrado un incremento constante en las últimas décadas, su participación en la fuerza de trabajo se sigue conservando por debajo de los niveles que presentan los hombres. Esta situación prevalece por la división sexual del trabajo que ha limitado la participación laboral de las mujeres, pues sigue recayendo sobre ellas la mayor parte del trabajo no remunerado.

Para 1970,1 17.6% de las mujeres de 15 años y más era económicamente activo; para el año 2000 esta tasa de participación económica2 se duplicó; en 2005, la tasa fue de 40.6% y aumentó a 44.9% para 2019, es decir, se registró únicamente un crecimiento de 4.3 puntos porcentuales entre 2005 y 2019. La brecha en la tasa de participación de las mujeres en relación con los hombres3 es aún amplia, por arriba de los 30 puntos porcentuales4 (gráfica 1).

Gráfica 1
Tasas de participación económica de la población de 15 y más años por sexo (2005-2019)
Porcentaje

I Mujeres I Hombres

1 En 1970 se refiere a la tasa neta de participación económica derivada del Censo de Población y Vivienda de 1970 (INEGI, 2001), y la tasa de participación del año 2000 se obtuvo con datos de la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), que ubicó en 38% la población de 15 años y más.
2 La tasa de participación económica corresponde al porcentaje que representa la población económicamente activa (PEA) respecto a la de 15 y más años de edad.
3 La brecha corresponde a la diferencia entre la tasa o el indicador respectivo para hombres y la tasa o indicador correspondiente a las mujeres. Las brechas se presentan en puntos porcentuales.
4 Dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México sigue experimentando la mayor brecha entre la tasa de participación de la fuerza laboral de hombres y mujeres. La brecha de participación ha caído de 17% a 11% en promedio en los países de la OCDE entre 2016 y 2017, excepto en Polonia (PWC, 2019).

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el mercado laboral es la llave para la igualdad al ser el ámbito en donde se pueden redistribuir los ingresos y garantizar el acceso efectivo a una serie de derechos.5 Seguino señala que las diferencias de género en el acceso al mercado de trabajo con base en indicadores, como la tasa de participación económica, tienen efectos negativos considerables sobre el crecimiento económico.6 Del mismo modo, Kan y Klasen indican que la literatura especializada confirma la relación positiva entre la reducción de las brechas en el empleo de las mujeres y el crecimiento económico de los países.7

Según Cadena y otros autores (citados por Vaca),8 el crecimiento económico en América Latina se ha caracterizado por tener una mayor contribución del empleo que de la productividad; el crecimiento del empleo en la región ha explicado el 78% del crecimiento económico en los últimos 15 años.

Esta condición caracteriza a México, por lo que una mayor incorporación de las mujeres al mercado de trabajo tendría efectos positivos sobre el crecimiento del PIB. En afirmación de Christine Lagarde, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional “cerrar la brecha de género en el empleo podría incrementar el PIB un 35% en promedio, del cual entre 7 y 8 puntos porcentuales corresponderían a aumentos en la productividad gracias a la diversidad de género”.9

Sin embargo, el crecimiento económico no depende solamente del incremento en la participación de la fuerza laboral, sino que también se involucra el nivel educativo (tabla 1). Seguino menciona que en un estudio realizado por Bandara en 2015, se utiliza la brecha entre la tasa de participación de hombres y mujeres en la fuerza laboral, ajustada por los años promedio de escolaridad, como variable explicativa.10 La hipótesis probada es que, si bien la brecha de género en la participación económica puede reducir el crecimiento económico, el efecto combinado de las brechas de género en la fuerza laboral y en el nivel bajo educativo puede tener efectos negativos mayores. En la tabla 1 se puede observar que el ingreso de las mujeres con menor nivel educativo es menos de una décima parte del ingreso de las que poseen un nivel educativo de posgrado. 

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo [ENOE] de 2005 a 2019. Segundo trimestre).

5 Enlace

6 Seguino (2019).

7 Kan & Klasen (2018).

8 Vaca (2019).

9 FMI (2019), p.5.

Tabla 1
Ingreso promedio trimestral de la población de 12 años y más por sexo, según nivel de escolaridad (2018)

Fuente:
INEGI (Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares [ENIGH] 2018).

Además, la asociación entre la incorporación en la fuerza laboral y la educación de las mujeres en el país se identifica en la relación de tasas de participación económica por nivel de escolaridad, donde se observa cómo se reduce la brecha entre hombres y mujeres conforme se incrementa el nivel educativo11 (gráfica 2)

Gráfica 2
Tasas de participación económica de la población de 15 y más años por nivel de 
escolaridad, según sexo (2005, 2012 y 2019)
Porcentaje

I Mujeres I Hombres

11 Seguino resume la existencia de un acuerdo generalizado en la literatura de que mediante una mayor igualdad de género en la educación y el empleo (representado por las tasas de participación de la fuerza laboral) se estimula el crecimiento per cápita a largo plazo (2019).

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (ENOE 2005, 2012 y 2019. Segundo trimestre).

2. Otras características sobre la participación de las mujeres en la fuerza laboral

A la baja participación laboral de las mujeres, se suma que, al buscar su incorporación a un empleo no logran acceder a ello, o bien, lo hacen en trabajos de menor calidad.12 Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala en el reporte Women at Work. Trends 2016, un desempleo mayor en las mujeres jóvenes.13

En México, según la ENOE, la tasa de desocupación para las mujeres de 15 y más años ha presentado un comportamiento similar al de los hombres. Sin embargo, al observar el comportamiento de las tasas de desocupación por edad, se identifica que para las mujeres jóvenes de 15 a 29 años de edad, que muy probablemente buscan incorporarse al mercado laboral por primera vez, hay una tasa de desocupación mayor en relación con sus pares hombres (gráfica 3).

12 Vaca (2019).

13 OIT (2016).

Gráfica 3
Tasas de desocupación por sexo, según grupo de edad (2015 y 2019)
Porcentaje

I Mujeres I Hombres

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (ENOE 2015 y 2019. Segundo trimestre).

En el reporte antes mencionado de la OIT se señala que las mujeres tienen una transición más lenta de la escuela hacia su primer trabajo y que las mujeres jóvenes, independientemente de su nivel de educación y otras circunstancias del hogar, tienen menos probabilidades de ingresar al mercado laboral después de dejar la educación.14

Además de un desempleo mayor en las jóvenes, las mujeres están sobrerrepresentadas como trabajadoras familiares auxiliares o en otros acuerdos laborales informales.

Respecto al ingreso, prevalecen importantes brechas de género: en 2019 el promedio de ingreso mensual por trabajo de los hombres era 29% mayor en relación con las mujeres (gráfica 4) y las diferencias salariales se amplían o reducen considerando otras características y desgloses (nivel de escolaridad, ocupación, sector de actividad).15 Sin embargo, ante la igualdad de características, como un mismo nivel educativo, sigue existiendo una brecha desfavorable en las mujeres.

14 OIT (2016).

15 Véanse los tabulados por género de la ENOE en: Enlace

Gráfica 4
Ingreso promedio mensual de la población ocupada de 15 y más años por sexo (2005-2019)
Miles de pesos

I Mujeres I Hombres

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (ENOE 2015 y 2019. Segundo trimestre).

La incorporación de las mujeres por sector de la economía poco se ha modificado en los últimos años y continúa su inserción laboral en lo que se denomina la feminización del sector terciario. En 2019, el 16% de las mujeres tenía empleo en la industria manufacturera y poco más del 75% de las mujeres ocupadas se encontraba en el sector terciario (gráfica 5).

Gráfica 5
Distribución porcentual de la población de 15 y más años por sector de actividad económica, según sexo (2005, 2012 y 2019)
Porcentaje

I 2005 I 2021  I 2019

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (ENOE 2005, 2012 y 2019. Segundo trimestre).

Asimismo, se evidencia que las mujeres predominan en aquellas actividades que suelen ser una extensión de las tareas de cuidado asignadas por los estereotipos de género, como son los servicios sociales (la educación, la salud y la asistencia social). Vale la pena mencionar el trabajo doméstico remunerado, que prácticamente es feminizado: del total de la población ocupada en esta actividad, el 87.7% corresponde a mujeres.16

La categoría ocupacional en la que se insertan las mujeres también describe -en parte- la cualificación de las ocupaciones en las que se desempeñan, lo que se encuentra asociado a los ingresos. De las mujeres ocupadas de 15 y más años, el 36.6% se encuentra en actividades económicas que requieren menor calificación como son las trabajadoras artesanales, operarias, ensambladoras y trabajadoras en actividades elementales.

La informalidad es otra característica que representa la situación del empleo de las mujeres. Si se considera la Tasa de Informalidad Laboral 2 (TIL2),17 en la que se elimina del cálculo a la población ocupada en el sector agropecuario, en donde las mujeres tienen baja participación, las brechas de la informalidad han alcanzado una diferencia de 8.2 puntos porcentuales desfavorables para las mujeres (gráfica 6).

Gráfica 6
Tasas de Informalidad Laboral 2 de la población de 15 y más años por sexo y brecha 
de género (2005-2019)
Porcentaje

Mujeres Hombres

16 INEGI (2019).

17 La Tasa de Informalidad Laboral 2 se define como la proporción
de la población ocupada no agropecuaria que comprende a la suma, sin duplicar, de los ocupados que son laboralmente vulnerables por la naturaleza de la unidad económica para la que trabajan con aquellos otros ocupados no agropecuarios cuyo vínculo o dependencia laboral no es reconocido por su fuente de trabajo. Véase en:  Enlace

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (ENOE 2005-2019. Segundo trimestre).

La informalidad laboral está asociada con trabajos de bajos ingresos, así como a jornadas de menor duración o a tiempo parcial; en 2019 el porcentaje de mujeres que trabajaba menos de 15 horas a la semana en el país estaba por arriba de un 10%, contrario a la población masculina que no sobrepasaba el 5% (gráfica 7).

Gráfica 7
Tasas de ocupación parcial de menos de 15 horas de trabajo a la semana de la población de 15 y más años por sexo (2005-2019)
Porcentaje

I Mujeres trabajando menos de 15 horas  I Hombres trabajando menos de 15 horas

Otra forma de analizar las desigualdades de género en el mercado laboral es a través de la posición en la ocupación. Cabe mencionar la situación de las mujeres que son trabajadoras subordinadas y remuneradas; según datos de la ENOE 2019, un 77.7% no dispone de servicios de guardería o cuidados maternos.18 Esta condición pone a las mujeres en una complicada posición laboral de desventaja respecto al hombre, dado que el acceso a guarderías y cuidado infantil es una necesidad primordial para quienes trabajan.

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (ENOE 2005-2019. Segundo trimestre).

18 INEGI (2019).

3. El trabajo no remunerado de las mujeres

La baja participación en el mercado laboral u optar por trabajos con jornadas parciales tiene implicaciones en las mujeres. Algunas son recibir menores ingresos y la falta de prestaciones, entre otros. Esto derivado de la división sexual del trabajo, en donde las mujeres se han visto limitadas por la mayor responsabilidad en la reproducción social y los hombres están a cargo de las tareas productivas.

En este sentido, Elborgh-Woytek y otros autores mencionan que: “Las mujeres realizan una contribución sustancial al bienestar económico al aportar grandes cantidades de trabajo no remunerado, como en el cuidado de los niños y tareas domésticas, que en muchos casos siguen siendo invisibles y no se contabilizan en el PIB”.19

Diversos estudios han destacado cómo la conciliación entre la vida laboral y la familiar perjudica de forma desigual a mujeres y hombres. En específico la llegada de los hijos es una condicionante de la incorporación o la salida de las mujeres de la actividad en el mercado.

Aguilar-Gomez y otros autores aluden a una penalización del mercado de trabajo contra las mujeres con hijas o hijos.20 Indican que, en el caso de México, los roles de cuidado son uno de los principales impulsores de las diferencias de género en la participación de la fuerza laboral y que cuando existe la prestación de servicios de cuidado se incrementa la tasa de participación de las mujeres.

Con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2018 se identifica la relación entre el ingreso corriente de las mujeres y el número de hijos (tabla 2). Además de la brecha en relación con los hombres se observa cómo en la condición de cuatro o más hijos, el ingreso de la mujer cae de manera importante, reflejo del impedimento de su incorporación al mercado laboral por un mayor número de hijos y disminución de oportunidad de ingresos. A mayor número de hijos mayor carga de trabajo doméstico no remunerado y de cuidados.

19 Elborgh-Woytek et al. (2013).

20 Aguilar-Gomez et al. (2019)

Tabla 2
Ingreso promedio trimestral de la población de 15 a 49 años por sexo, según número
de hijos (2018)1/

1/ Se considera únicamente a la población con hijos de 0 a 17 años que viven en el hogar.

Fuente:
INEGI (ENIGH 2018).

Si bien las tasas de fecundidad en el país se han reducido de manera importante desde hace un par de décadas, este descenso no se ha visto reflejado en las entidades federativas menos urbanizadas, así como en aquéllas donde existe mayor población indígena con tasas que se encuentran en cifras similares a las de las décadas de los años ochenta y noventa del siglo XX.

Por tanto, el número de hijos también sigue siendo una de las condicionantes para una incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Adicionalmente, hay que poner atención en el fenómeno de la fecundidad adolescente pues sigue estando presente en México y el inicio de la maternidad a edades tempranas se relaciona con menor nivel de escolaridad y un mayor número de hijos, lo que limita aún más la participación económica de las mujeres en esta condición.

De acuerdo con la ENUT de 2019 el tiempo total de trabajo de las mujeres de 12 y más años, es de 59.5 horas, en total 6.2 horas a la semana mayor con relación al tiempo de trabajo total de los hombres. Si bien, los hombres reportan 9.8 horas más de trabajo para el mercado, las mujeres presentan 24.5 horas más en el trabajo no remunerado de los hogares.21 Esto es una muestra, como lo señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de “los nudos estructurales de las desigualdades de género […] que dificultan que las mujeres participen plenamente en el trabajo remunerado”.22

Un punto relevante por las implicaciones que tiene para la sociedad, en general, es el de los cuidados. Centrándose exclusivamente en el tiempo dedicado a los cuidados, las mujeres que reportaron realizarlos, en 2019, dedicaron 12.3 horas de cuidados directos a integrantes de su propio hogar. En tanto que los hombres tuvieron un promedio de 5.4 horas de cuidados directos.

El tiempo que las personas destinan a las actividades no remuneradas en sus hogares y la contribución que representa a la economía, a partir de los servicios que se generan, ha oscilado entre un 19% y un 22.8% equivalente al PIB del país. En 2019, el valor económico del trabajo no remunerado doméstico y de cuidados (a precios corrientes) fue de 5.6 billones de pesos, lo que representó 22.8% del PIB.

De acuerdo con la función desempeñada y con relación al PIB a precios corrientes en 2019, la actividad de brindar cuidados y apoyo a los integrantes del hogar representó el 6.6% del PIB, le siguió alimentación con 4.9%, y limpieza y mantenimiento a la vivienda con 4.5%.23

21 INEGI (2020a).

22 CEPAL (2019), p. 100.

23 INEGI (2020b).

Gráfica 8
Participación del valor del trabajo no remunerado doméstico y de cuidados de los hogares respecto al PIB (2003-2019)
Porcentaje del PIB a precios corrientes

I Total I Mujeres I Hombres

Fuente:
INEGI (Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares).

4. Situación del empleo en época de pandemia por COVID-19

En épocas de crisis económicas, sobre todo en los países en desarrollo, la población femenina es singularmente vulnerable, al ser afectada principalmente en el empleo, ya que se ve más proclive a aceptar empleos riesgosos, no protegidos e informales.24

A raíz de la pandemia por COVID-19, el efecto de la caída de la participación económica, tanto en hombres como en mujeres, fue mayor en los meses de abril y mayo de 2020 debido a la mayor intensidad de las medidas de distanciamiento social, reduciéndose en las mujeres en alrededor de 10 puntos porcentuales y en los hombres 15 puntos porcentuales.

Estos cambios redujeron la brecha en la participación económica entre hombres y mujeres en los primeros meses de la pandemia y fue a partir de junio de 2020 que inició el retorno de la población trabajadora a sus puestos de trabajo o a nuevos empleos, lo cual elevó la tasa de participación económica de ambos sexos, pero aún los niveles se mantienen por debajo de los previos a la pandemia. La tasa de participación femenina en enero de 2021 fue menor en 4.4 puntos porcentuales con respecto al mismo mes del año anterior, mientras que la de los hombres se vio afectada en menor proporción, al reducirse en 2.9 puntos porcentuales.

Las últimas cifras de la ENOE Nueva Edición (ENOEN) correspondientes a enero de 2021 indican un balance negativo en materia de empleo con una recuperación paulatina que sigue sin llegar a niveles observados antes de la pandemia. Estos rezagos son más notorios en el empleo de las mujeres, al mostrar una recuperación menos acelerada de los principales indicadores de empleo.

24 Elborgh-Woytek et al. (2013).

Gráfica 9
Tasas de participación económica de la población de 15 y más años por sexo (de enero de 2020 a enero de 2021)
Porcentaje

I Mujeres I Hombres

Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI (ENOE 2020; Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo [ETOE] 2020 y ENOE Nueva Edición [ENOEN] 2020).

Reflexiones finales

De acuerdo con Naciones Unidas México25 si las mujeres tuvieran la misma tasa de participación económica que los hombres, el ingreso per cápita se incrementaría; específicamente si en México, mediante acciones de política pública, se lograra aumentar la tasa de participación laboral de manera gradual y sostenida se reduciría la desigualdad y se contribuiría a un mayor crecimiento de la economía.

El aporte de las mujeres a la economía es alto ya que las horas de trabajo doméstico y de cuidados, desde siempre, han soportado la reproducción social y con ello, han aportado a la economía de los países. Pero se requieren políticas públicas que permitan la reducción y una redistribución igualitaria para estas tareas domésticas y de cuidados entre mujeres y hombres.26 Un caso que llama la atención en el ámbito jurídico es la disputa legal por la custodia de los menores donde, por lo general, esa actividad se le entrega casi de manera exclusiva a las mujeres, perpetrando el propio Estado la idea de que ellas son las que se deben dedicar al cuidado de los menores y al hogar de manera particular.

La evolución de la participación en el mercado laboral de las mujeres y sus características ocupacionales, en el país, distan mucho de presentar avances como en otras regiones del mundo desarrollado.

Se ha señalado, por ejemplo, que aumentar la tasa de participación de las mujeres en México al orden de países como Suecia (con tasa del 69%) podría generar aumentos del PIB de aproximadamente el 30%;27 no obstante, se deben considerar las múltiples aristas que podrían contribuir a la participación de las mujeres en el mercado de trabajo de manera más acelerada. Algunas son: reducir la fecundidad en aquellos grupos poblacionales que ostentan los niveles más elevados con respecto a las tasas de reemplazo o sustitución intergeneracional (como se aprecia en las tablas 1 y 2, la educación juega un componente fundamental para alcanzar este punto); elevar el nivel educativo en las mujeres con rezago escolar; aplazar la fecundidad sobre todo en la primera década de vida reproductiva de las mujeres que debería ser prácticamente nula; contar con cargas de trabajo más equitativas en las actividades no remuneradas y de cuidados; tener una oferta de infraestructura a la cual se pueda tener acceso en su ámbito laboral para el tema de servicios de cuidado de menores de edad; contar con la seguridad en la movilidad de las mujeres para sus traslados al lugar de trabajo; acceder a la promoción de una formación académica por áreas de estudio y reducir los sesgos de género que aún permean en distintos ámbitos profesionales y sectores laborales. Estos son algunos aspectos, pero habrá que considerar otros que también podrían abonar a resolver este estado de desigualdad.

Finalmente, el éxito -tanto social como económico- de un país dependerá, en una de sus principales vertientes, del grado de inclusión de toda su población. Esto sin duda incluye a las mujeres en el mercado laboral, así como premiar el mejor desempeño independientemente de las características de nacimiento de una persona o su contexto social, donde el único factor discriminatorio deba ser el grado de esfuerzo y conocimiento que una persona le imprime a su actividad laboral.

7

25 Naciones Unidas México (2020).

26 Vaca (2019).

27 PWC (2019).

Bibliografía

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Elborgh-Woytek, Katrin, Newiak, Monique, Kochhar, Kalpana, Fabrizio, Stefania, Kpodar, Kangni, Wingender, Philippe, Clements, Benedict & Schwartz, Gerd (2013), “Las mujeres, el trabajo y la economía: Beneficios macroeconómicos de la equidad de género”, Fondo Monetario Internacional, Washington, D. C., Enlace

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