Reflexiones finales
De acuerdo con Naciones Unidas México25 si las mujeres tuvieran la misma tasa de participación económica que los hombres, el ingreso per cápita se incrementaría; específicamente si en México, mediante acciones de política pública, se lograra aumentar la tasa de participación laboral de manera gradual y sostenida se reduciría la desigualdad y se contribuiría a un mayor crecimiento de la economía.
El aporte de las mujeres a la economía es alto ya que las horas de trabajo doméstico y de cuidados, desde siempre, han soportado la reproducción social y con ello, han aportado a la economía de los países. Pero se requieren políticas públicas que permitan la reducción y una redistribución igualitaria para estas tareas domésticas y de cuidados entre mujeres y hombres.26 Un caso que llama la atención en el ámbito jurídico es la disputa legal por la custodia de los menores donde, por lo general, esa actividad se le entrega casi de manera exclusiva a las mujeres, perpetrando el propio Estado la idea de que ellas son las que se deben dedicar al cuidado de los menores y al hogar de manera particular.
La evolución de la participación en el mercado laboral de las mujeres y sus características ocupacionales, en el país, distan mucho de presentar avances como en otras regiones del mundo desarrollado.
Se ha señalado, por ejemplo, que aumentar la tasa de participación de las mujeres en México al orden de países como Suecia (con tasa del 69%) podría generar aumentos del PIB de aproximadamente el 30%;27 no obstante, se deben considerar las múltiples aristas que podrían contribuir a la participación de las mujeres en el mercado de trabajo de manera más acelerada. Algunas son: reducir la fecundidad en aquellos grupos poblacionales que ostentan los niveles más elevados con respecto a las tasas de reemplazo o sustitución intergeneracional (como se aprecia en las tablas 1 y 2, la educación juega un componente fundamental para alcanzar este punto); elevar el nivel educativo en las mujeres con rezago escolar; aplazar la fecundidad sobre todo en la primera década de vida reproductiva de las mujeres que debería ser prácticamente nula; contar con cargas de trabajo más equitativas en las actividades no remuneradas y de cuidados; tener una oferta de infraestructura a la cual se pueda tener acceso en su ámbito laboral para el tema de servicios de cuidado de menores de edad; contar con la seguridad en la movilidad de las mujeres para sus traslados al lugar de trabajo; acceder a la promoción de una formación académica por áreas de estudio y reducir los sesgos de género que aún permean en distintos ámbitos profesionales y sectores laborales. Estos son algunos aspectos, pero habrá que considerar otros que también podrían abonar a resolver este estado de desigualdad.
Finalmente, el éxito -tanto social como económico- de un país dependerá, en una de sus principales vertientes, del grado de inclusión de toda su población. Esto sin duda incluye a las mujeres en el mercado laboral, así como premiar el mejor desempeño independientemente de las características de nacimiento de una persona o su contexto social, donde el único factor discriminatorio deba ser el grado de esfuerzo y conocimiento que una persona le imprime a su actividad laboral.
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25 Naciones Unidas México (2020).
26 Vaca (2019).
27 PWC (2019).